A ti, inseparable amiga mía
que siempre estás conmigo
en el jardín rosado de mis flores
y en las oscuras calles de mis noches
cruzando las esquinas.
Qué más voy a contarte que no sepas,
tal la brisa que sabe de mis horas
y del refugio oculto donde habito
memorando la luz que me alumbraba,
aún, entre la niebla.
Querida compañera de viaje,
como la sombra estás en mí, cada vez más,
adherida a la piel y sentimiento;
no te rehúso, pero ¡déjame ya!
que esperan a mi puerta otros candiles
y puede ser que el sol
penetre en mi ventana.
*
Ya volverás, que sé de tu afición
por mis pesares
y el deseo de ser
el último suspiro de mi tarde.
*